MURGA
Derecho a la cultura
La música como espacio comunitario
La cultura como herramienta para el desarrollo de nuestra imaginación. La cultura dignifica. La música como un derecho a la cultura nos atraviesa. La música se expresa en los espacios públicos que habitan nuestras niñas y niños.
La murga como expresión cultural urbana que aborda la instrumentación de la música, su ritmo, la danza y el vestuario, entre otros, propicia un espacio de recreación: un punto de encuentro entre jóvenes, vecinos, vecinas, niñas y niños de la zona sur. Un espacio público en comunidad que generen instancias de intercambio y reflexión.
carnavales y memoria
En los barrios donde nuestras familias viven el día a día, los carnavales son un hecho histórico que nos posibilita un espacio de dialogo y pluralidad.
El arte como una expresión de memoria reivindica nuestra identidad barrial, integra nuestra cultura popular y acerca a los jóvenes a prácticas comunitarias y solidarias.
La murga, espejo de la diversidad cultural
El arte callejero, en específico, el derecho a la música, la alegría y la murga, posibilita que los jóvenes se expresen y comuniquen en forma individual y colectiva. Se construye un lenguaje de ritmos, percusiones y bailes.
La murga es un género urbano “multiartístico” que aborda el derecho a la cultura desde muchos lenguajes: la música, el teatro, la plástica, la literatura, el circo y la danza. Lo cual supone el trabajo colectivo, la reflexión sobre la realidad, la necesidad de indagar el pasado y la posibilidad de imaginar el futuro. En estas prácticas la alegría es una forma de construcción con el/las otro/as.
Nuestras murgas se construyen desde la diversidad social, con el fin de fortalecer la identidad histórica cultural, los procesos de subjetivación y la construcción de prácticas colectivas, en una realidad plural y dinámica.
El arte urbano como herramienta de desarrollo personal y social
En las procesiones de nuestras murgas, se adoptan diversos roles que son valorados y respetados por nuestras jóvenes involucradas:
El baile, la percusión, las acrobacias, los malabares, la elaboración de banderas, estandartes, vestuario, maquillaje y canciones.
Técnicas y actividades circenses que motivan a los jóvenes.
Ejercicios de clown que permiten trabajar la confianza y la desinhibición.
Las diversas actividades artísticas que se generan en los talleres de murga de nuestros barrios, contribuyen al desarrollo humano:
Promueven la voluntad y la perseverancia necesarias para lograr una meta.
El júbilo del logro, eleva la autoestima que a veces resulta disminuida en la realidad vivida por nuestros jóvenes.
El desarrollo personal se fortalece mediante prácticas artísticas colectivas:
El armado de sus presentaciones, sirven de guía para el desarrollo del proceso grupal, desde la conformación y afianzamiento hasta el logro del objetivo propuesto
Las manifestaciones artísticas construyen y fortalecen herramientas de expresión, comunicación y transmisión de contenidos.
La recreación es esencial en nuestros talleres: En el juego se trabajan valores como la cooperación, el diálogo, el respeto, el cuidado del otro y del propio cuerpo, la confianza y la creatividad
La música, la recuperación del espacio público y la posibilidad de repensar nuestro entorno
El arte en sus miles de expresiones reúne lo organizativo-comunitario, lo artístico y lo subjetivo.
El derecho a la cultura quiebra con la rutina cotidiana: genera nuevas formas de vivenciar vínculos con nuestros pares, vecinas y vecinos, familias, la sociedad y por qué no, con nuestro propio cuerpo.
En nuestras expresiones artísticas desafiamos las estructuras hegemónicas y la forma en que nos comunicarnos con el mundo. Apostamos a crear mediante el arte popular, nuevas formas de relacionarnos con nuestro entorno.
Entonces el derecho a la cultura entendido desde nuestras murgas, es una manera de educar: tanto a quienes lo practican en nuestros talleres, como a quienes disfrutan de los espectáculos que brindamos en nuestros barrios.